Mi NEOPRENO se pudre...
Todas las mañanas desde el último día de vacaciones sufro una pequeña conmoción. Mi neopreno se pudre lejos de los supertubos que disfrutó en lo mas cálido del cálido verano. Se pudre, y yo con él. Hay algo que empieza a oler mal en mi... y me inquieta. No se trata de hacer más ejercicio. Me aplico y consigo sustitutos entretenidos: ciclismo de carretera, algo de carrera fofa, "press banca, incluso ajedrez con la máquina. Pero no... es un olor, extraño y ajeno, de origen estético y de fondo reflexivo y extático. En el surf confluyen una serie de circunstancias que, una vez reposado en la línea, es difícil encontrar en otros deporte. No hablo del surf de competición, es el surf del alma el que afecta estas breves palabras de mi escritura matutina. La concentración, sumergido en el medio líquido, se acentúa, así como el relax y una tensión de baja intensidad que mantiene el pulso cardiaco en un ralentí estupendo... el neopreno equilibra la temperatura corporal con la del agua, y la absorción de sales por ósmosis produce cierto bienestar uterino; el sol, cuando lo hay, acaricia con delicadez la piel del rostro y el cabello revuelto.
A todo esto, claro esta, los pensamientos, tensiones y deseos, se encogen y huyen. Ya no se piensa en nada... en casi nada. Esperamos, espero, la triada, la serie, y me dejo balancear por la marea. No sufro, tampoco me esfuerzo. Espero el momento adecuado para coger la ola. Y cuando esto sucede, ya no puedo pedir nada más. La turbina me acoge... y me dejo llevar hacia el sol y la arena. El tiempo se detiene y espero la siguiente ola. Por eso ahora huelo mal, me percibo distinto y el tiempo pasa, y pasa rápido. Me falta la solución de orina y sal que fundía mi ser con la ola y con el mar... en un equilibrio, para mi, perfecto.
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